Una tragedia al volante
La vida de la familia cambió drásticamente el 19 de marzo. El abuelo Pepe, de 71 años y padeciendo apnea, se quedó dormido mientras conducía su coche y chocó contra la entrada de un túnel en la carretera de Loja a Huétor Tájar, en Granada. En el vehículo iban su esposa, su hija y sus dos nietos. Tristemente, las dos mujeres fallecieron en el accidente.
Después de ese fatídico día, Pepe sufrió una profunda depresión. Residiendo en el segundo piso de la casa familiar, el primer piso quedó para su yerno, ahora viudo, y sus nietos. Según los testimonios recopilados por la Guardia Civil, el yerno a veces culpaba al anciano de la muerte de su esposa, lo que tensó aún más la convivencia.
La tensión se convierte en tragedia
Desde marzo, las interacciones entre el abuelo y sus nietos fueron mínimas. El yerno apenas permitía que Pepe pasara tiempo con ellos, limitándose a los saludos matutinos y nocturnos. La noche del domingo, dos meses después del accidente, fue cuando el abuelo, enfurecido por la situación, bajó al primer piso con su escopeta de caza. Apuntó al yerno, quien logró escapar y llamar a emergencias.
El abuelo entonces subió a su piso con los nietos. El mayor aún llevaba una escayola en la pierna debido al accidente. Desde el balcón, el abuelo disparó dos tiros al aire. La llegada de los primeros guardias civiles no mejoró la situación; Pepe se negó a salir y solo pidió que lo dejaran con los niños.
La tensión aumenta con la llegada de la Unidad Especial
El yerno, entrevistado por los agentes, aseguró que el abuelo no haría daño a los niños, solo a él. Poco antes de las once de la noche, el padre recibió una llamada desde uno de los teléfonos del abuelo. Era su hijo mayor, con una petición inocente que sería su última comunicación.
- «Papá, ¿puedo quedarme a dormir con el abuelo?».
Intentando ganar tiempo, el padre respondió:
- «Puedes, pero antes quiero que te vea un médico, a ver cómo tienes la pierna».
La llamada se cortó abruptamente. Los investigadores creen que fue el abuelo quien la interrumpió. La voz del nieto sonaba tranquila, pero de Guillermo, el menor, no se supo nada más. La casa quedó en silencio, y el abuelo solo salía ocasionalmente a la ventana, manteniendo una tensa calma.
Este fue el último momento de comunicación antes de que la tragedia se consumara completamente, dejando a la familia y a los investigadores con más preguntas que respuestas sobre lo que llevó a Pepe a tomar decisiones tan drásticas.