Una tragedia que podría haberse evitado
Marta y Ramón eran una pareja feliz que acababa de tener su segunda hija, una niña de solo ocho días. Vivían en la octava planta de una de las torres del edificio que se incendió el pasado martes en Madrid. Junto a ellos, también falleció su hijo mayor, de dos años. Los cuatro murieron asfixiados en el baño de su vivienda, siguiendo las instrucciones de los bomberos que les dijeron que no salieran al exterior.
Su amiga, que les esperaba en el portal para ayudarles a escapar del fuego, fue la última persona que habló con ellos. A través del teléfono, le aseveraron: “Tú sabes que estamos aquí porque no nos han dejado salir”. Fue su dura despedida, conscientes de su inminente muerte. Ana relata con dolor las últimas conversaciones que tuvo con sus amigos, que querían que la gente supiera que no les habían dejado salir de su casa.
Un protocolo contra incendios muy cuestionado
El juzgado deberá investigar ahora si la decisión de no desalojar inmediatamente ambas torres del edificio pudo costar la vida a estas cuatro personas. Según la amiga de la familia, los primeros bomberos que llegaron al lugar les dijeron que estuvieran tranquilos, que permanecieran dentro y pusieran trapos mojados bajo la puerta porque no había peligro y era más seguro quedarse dentro de casa. “Si una persona que entiende de incendios te dice que esperes dentro, haces lo que te mandan pensando que eso te va a salvar, pero no fue así”, confiesa rota.
Estas recomendaciones iniciales, que en la mayoría de incendios son eficaces, en este caso jugaron en contra de los propios medios de emergencia, dada la rápida propagación del fuego por todo el edificio, en apenas veinte minutos.
Esta ausencia de desalojo como tal, salvo la que realizó en un primer momento el conserje del edificio cuando fue llamando a los vecinos, casa por casa, avisando del fuego, es confirmada también por el relato de otros supervivientes que desobedeciendo las indicaciones de los bomberos salvaron su vida, como una madre y su hijo, o un vecino que estaba hablando por teléfono con su novia cuando bajaba por las escaleras, y a la que también le dijeron que subiera de nuevo por el riesgo de la inhalación de humo.
Aunque en un principio los bomberos aseguraron que no corrían peligro, pronto el incendio se descontroló y poco tiempo después es cuando la amiga habla por última vez con Marta y Ramón. Fueron cinco angustiosos minutos. «Tenían dificultad para respirar», confiesa rota por dentro esta testigo. Después de esta llamada aún tuvieron tiempo de despedirse de sus familiares. Sus cuerpos, ya sin vida, fueron posteriormente localizados abrazados a sus hijos, apenas deteriorados por el fuego.