«Es un clima realmente lamentable».
Marc, un ingeniero catalán de 33 años, lleva cinco años en la docencia. Su última experiencia, en una clase de 2ª de ESO del colegio Sant Quintí de Mediona, le ha hecho llegar a su límite. Allí se encontró con alumnos de 12 y 13 años fuera de control. Un último episodio ha hecho que decida dejar la docencia.
«Estoy harto de la falta de respeto por parte de mis alumnos», explica Marc, «el último episodio fue el broche final. Éramos dos profesores y un alumno me dijo que me callase y que me pagan para que los aguante». Estas palabras, que no dejan de ser un ejemplo de la situación que Marc ha vivido, fueron publicadas en redes sociales con el objetivo de mostrar esta realidad.
«Tengo que dejar pasar conductas de falta de respeto, disciplina e interés. Es un clima realmente lamentable, es triste. Veo a los alumnos como si estuvieran en el parque, gritando, charlando y sin una mínima disciplina o hábitos de trabajo. No quiero continuar engañando porque soy un engranaje del sistema», dijo Marc, que se considera «incapaz» de revertir la situación.
Avui a una classe de 2n d’ESO totalment fora de control, esberats, cridant, malgrat que erem DOS professors. Li dic un alumne, això és una boigeria, em contesta: calla, et paguen perquè ens aguantis.
Tinc clar que vull deixar aquesta feina. Fins aquí he arribat. Dignitat 0.— Marc Schmidt Pujol (@mercatorCAT) January 30, 2023
Hace años, Marc abandonó su profesión de ingeniero en Volkswagen para cumplir su sueño: dar clases y «ayudar a personas». Sin embargo, considera que cada día que pasa engaña a los estudiantes. «He intentado oponerme y poner disciplina, pero ha sido imposible. Paso de continuar y mirar hacia otro lado, que es lo que a la mayoría de profesores les pasa. Han perdido todo tipo de vocación y esperanza».
«El curso pasado, un joven se encaró conmigo porque le puse una incidencia. Tenía problemas de agresividad, que aún no conocíamos, y estaba molestando en clase. Me negué a quitársela y me empujó. No reaccioné, informé al equipo directivo y aún no he recibido ninguna disculpa», explicó Marc.
Se trata de un cúmulo de situaciones en las que no percibe un mínimo de respeto, algo que le hace sufrir a diario. «Estoy a tiempo de cambiar de profesión. No será una cosa tan humana, pero dejo la educación secundaria. Si continúo tengo que aceptar hacer clases de una forma en la que no estoy preparando al alumnado para el futuro».
Para Marc, el problema no es de los jóvenes. «No estoy enfadado con ellos. Los entiendo. Yo también fui adolescente y no tenía ganas de estudiar, pero al profesor no se le faltaba el respeto y había que hacer los trabajos que mandaban. La culpa es del Departamento de Educación, las familias y los propios docentes, que estamos agachando la cabeza. Yo me planto».
La conducta de los estudiantes ha acabado con su ilusión.
«La ESO se ha convertido en una guardería, si llamas a las familias y tienes una queja te echan la culpa por no saber gestionar a sus hijos o a veces cuestionan lo que dices. Es el mundo al revés, antes si tú llegabas a casa y habían llamado al profesor, te caía la bronca del siglo. Ahora las familias pasan, les molesta que llames, están al lado de sus hijos. Es una locura, alucino».
«La ESO la regalamos a todos, entonces aquí es donde yo diría que comienza el problema, porque los alumnos lo saben. Si ya en las carreras universitarias, lo que más les importa a los alumnos es aprobar, ¿cómo podemos esperar que un adolescente diga que viene a la escuela a aprender? Para mí es lo importante, no las notas», zanja Marc.
Marc encuentra una diferencia «abismal» con las clases que da en la universidad. «Llego cansado de todo lo que he tenido que aguantar. Pero cuando doy la clase que tanto me gusta acabo con más energía de la que había comenzado. Y esta es la idea y lo que experimentaba cuando daba clases particulares. Ayudas a la gente que tiene interés».
Ahora, Marc intentará aumentar sus horas como profesor universitario o volver a trabajar de ingeniero. «Soy consciente de que siempre pasan cosas en las empresas, pero no es lo mismo tratar con un adulto que con un adolescente . Y no le veo ningún sentido quedarme en la educación con estas circunstancias, que realmente tú quieres hacer bien las cosas y no puedes».
«La gente está aguantando y algunos me han dicho que ya han dado el paso de dejarlo. Es uno de los trabajos con más bajas por sobrecarga, depresión y ansiedad. Mi forma de protesta es irme porque no cambiaré el sistema yo solo. ¿Por qué continuar si me estoy amargando la vida? Podría hacer cosas más gratificantes», finaliza Marc, que ya ha tomado la decisión de dejar de ser docente de secundaria a final de curso.