Triste final para la búsqueda desesperada de la familia.
En las frías aguas del río Ebro, la esperanza de encontrar a Javier Márquez, el joven de 20 años que desapareció en la oscuridad de la noche del 2 de marzo, se desvaneció con el hallazgo de un cuerpo que, según fuentes próximas, podría ser el suyo. La noticia cayó como un manto de luto sobre Logroño, donde la búsqueda incansable de Javier había mantenido en vilo a la comunidad durante diecinueve días de angustia y esperanza.
Desde el momento de su desaparición, un operativo sin precedentes se desplegó en la capital riojana. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en una muestra de determinación y solidaridad, barrieron cada rincón de la ciudad, extendiendo sus esfuerzos por tierra, aire y agua, e incluso adentrándose en las profundidades del subsuelo urbano en busca de cualquier indicio que pudiera llevar a Javier.
Las incansables labores de búsqueda.
La Policía Nacional y la Guardia Civil, dejando de lado sus tareas administrativas habituales, concentraron todos sus recursos en la misión. El Grupo Especial de Operaciones (GEO), la Unidad de Medios Aéreos, el TEDAX y la Unidad de Guías Caninos de la Policía se sumaron a la búsqueda, desplegando un helicóptero, drones y perros entrenados en la detección de restos humanos. Por su parte, la Guardia Civil desplegó el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), medios aéreos adicionales y unidades especializadas en terrenos montañosos, extendiendo la búsqueda desde Logroño hasta Zaragoza
La labor de la Policía Local y los Bomberos de Logroño fue crucial, pero igualmente conmovedora fue la respuesta de la comunidad, con decenas de voluntarios, muchos de ellos procedentes de Santo Domingo de la Calzada, la localidad natal de Javier, que se organizaron en batidas diarias para peinar la ciudad. La solidaridad se extendió más allá de la búsqueda, con concentraciones semanales en la Plaza de España de Santo Domingo de la Calzada, donde miles de personas se reunieron en apoyo a la familia de Javier.
Hoy, Santo Domingo de la Calzada y toda España lloran la pérdida de un joven cuya desaparición unió a un país en la esperanza y la solidaridad. La tristeza y el vacío que deja su ausencia se sienten en cada rincón de la ciudad que lo vio crecer y en los corazones de todos aquellos que, de alguna manera, se vieron tocados por su historia.