Las despedidas que conmueven a todo un país.
La muerte de personas que han dejado huella en la historia de muchas generaciones provoca una tristeza que trasciende a sus familiares y allegados. En ocasiones, se trata de figuras públicas cuyo legado queda en la memoria colectiva. Otras veces, son personas anónimas cuya historia refleja la evolución de toda una sociedad. Este es el caso de Victoria Gil, quien falleció recientemente a los 106 años en la residencia Las Mercedes de Saldaña.
Apenas unos días antes de su fallecimiento, Victoria había celebrado su último cumpleaños rodeada de quienes la cuidaban y querían. Su longevidad la convertía en una de las personas más mayores de la provincia, un testimonio viviente de un siglo de historia. Nacida el 10 de marzo de 1919 en Sotillo de Cea, un pequeño pueblo leonés, fue testigo de algunos de los episodios más relevantes del siglo XX.
Una vida marcada por el amor y la perseverancia.
El mismo año en que se firmaba el Tratado de Versalles y Madrid inauguraba su primera línea de Metro, Victoria venía al mundo en un entorno rural. La vida la llevó pronto a Saldaña, donde su hermano había abierto una academia y donde conocería al que se convertiría en su esposo, Miguel Herrero. En 1946, la pareja contrajo matrimonio, iniciando una vida juntos que se prolongaría hasta la muerte de Miguel en 2001.
Fruto de esa unión nacieron sus dos hijas, María Victoria y Alicia. Aunque la felicidad la acompañó durante décadas, también tuvo que afrontar pérdidas dolorosas, como la de una de sus hijas hace una década. Sin embargo, su espíritu fuerte y la cercanía de su familia, compuesta por nietos y biznietos, la ayudaron a mantenerse firme a lo largo de los años.
El calor de la familia y el paso del tiempo.
Hasta hace poco más de un año, Victoria vivió de manera independiente, rodeada del cariño de los suyos. No fue hasta el 1 de febrero de 2024 cuando ingresó en la residencia geriátrica Las Mercedes, donde encontró un nuevo hogar. «Muy a gusto, casi como en casa», confesó a este periódico el día que celebró su 106 cumpleaños.
Su última gran celebración estuvo llena de gestos de cariño. Familiares, amigos y el personal del centro le dedicaron una jornada especial, con música, flores y compañía. Fue una despedida adelantada sin que nadie lo supiera, un último momento de felicidad antes de que su historia llegara a su fin.
La memoria de una mujer centenaria.
Con su fallecimiento, se apaga una de las luces más longevas de la provincia, pero queda su legado en la memoria de quienes la conocieron. Su vida, marcada por el amor, la resistencia y la compañía de su familia, es un testimonio de los tiempos que atravesó y de los cambios que presenció. Una historia que, aunque anónima para muchos, representa el paso del tiempo y la esencia de una generación que ya casi se ha extinguido.