Trágico suceso.
La pérdida de una figura clave del arte no solo enluta a su entorno más cercano, sino que despierta una oleada de reconocimiento colectivo. En un mundo cada vez más acelerado, la muerte de un artista nos obliga a detenernos y mirar hacia atrás, a valorar el legado que deja en forma de belleza, memoria y compromiso cultural.
En estos días, un pintor muy querido y respetado ha dicho adiós, y con él se va una parte importante del alma artística de Castilla-La Mancha. Su muerte ha conmovido especialmente a una ciudad que siempre lo consideró suyo: Sigüenza.
El artista madrileño Emilio Fernández-Galiano falleció la madrugada del sábado a los 62 años, dejando tras de sí una obra íntimamente ligada al municipio alcarreño. Su vínculo con la ciudad no era circunstancial, sino profundo, casi vital, y así lo demostraron sus frecuentes visitas y su participación activa en la vida cultural seguntina. Abogado de profesión, nacido en 1963, supo compaginar el derecho con una vocación artística que lo llevó a convertirse en un destacado retratista. Será enterrado mañana en la ciudad donde encontró inspiración, afecto y reconocimiento.
En octubre de 2020, Fernández-Galiano expuso en Sigüenza en una muestra institucional a la que asistió el presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha, Pablo Bellido. Fue un acto emotivo, en el que quedó patente el cariño que despertaba entre las autoridades y los vecinos. Su figura era símbolo de cercanía, pero también de excelencia, y su paso por la ciudad dejaba siempre una huella de elegancia discreta. Hoy, esa exposición se recuerda como uno de sus últimos grandes encuentros con el público de la tierra que tanto amaba.
Retratista de la memoria institucional.
Su legado se extiende por algunas de las instituciones más relevantes del país, desde la Real Academia Nacional de Medicina hasta la Catedral de Sigüenza. También están presentes sus obras en el Ayuntamiento de Guadalajara y en la Diputación Provincial, además de formar parte de colecciones privadas y de haber sido expuestas en ciudades como Madrid, Málaga, San Sebastián, Gante o La Haya. Cada cuadro era una declaración de intenciones: pintar no solo el rostro, sino el alma del retratado. Su pincel tenía una sensibilidad especial para captar la historia en cada mirada.
Fernández-Galiano fue el autor de los dos últimos retratos de la galería de expresidentes de las Cortes regionales, los correspondientes a Vicente Tirado y Jesús Fernández Vaquero. Su trabajo en este ámbito fue siempre meticuloso, guiado por una voluntad de permanencia y solemnidad. En su estudio, el arte se transformaba en testimonio, y sus retratos pasaban a ser parte del relato institucional de Castilla-La Mancha. En sus manos, la política se volvía también imagen y permanencia.
«La pérdida de una magnífica persona, pintor enamorado de Sigüenza y gran profesional», ha lamentado Pablo Bellido, al recordar la figura de Fernández-Galiano. Bellido ha subrayado además su linaje político, pues Emilio era hijo de Antonio Fernández-Galiano, primer presidente preautonómico de Castilla-La Mancha. La vocación pública parecía una constante en su vida, ya fuera desde el arte o desde la historia familiar. En ambos casos, se tradujo en un compromiso firme con la región.
El arte como testigo del tiempo.
Durante la pasada legislatura, Fernández-Galiano realizó los retratos de Tirado y Vaquero para su instalación en el Convento de San Gil de Toledo. Estos cuadros fueron colgados tras sendos actos solemnes en el Salón de Plenos, presididos por Bellido y por el presidente regional Emiliano García-Page. La ceremonia tenía el aire de un reconocimiento en vida, de un aplauso anticipado al talento de un artista que sabía estar a la altura del lugar y del momento. Hoy, aquellas obras cobran un nuevo sentido.
El pintor también dejó su huella en la galería de expresidentes del Consejo Consultivo, completando así una labor retratista de enorme valor documental. Su mirada era serena, respetuosa, capaz de encontrar humanidad incluso en la rigidez de los encargos institucionales. Por eso, más que un pintor al servicio de las instituciones, fue un humanista con pincel. Alguien que supo construir una memoria visual de una época y una tierra.
Hoy, su obra queda como refugio para quienes lo conocieron, lo admiraron o simplemente se dejaron emocionar por sus cuadros. Fernández-Galiano no solo representó rostros; representó también una forma de estar en el mundo, hecha de sensibilidad, orgullo sereno y amor por su tierra. Con su muerte, se apaga una voz pictórica singular, pero su legado seguirá hablando en cada sala donde cuelguen sus cuadros. Porque algunos artistas nunca se van del todo.