Ana Obregón se sincera sobre la pérdida de su hijo y su nueva maternidad en ‘Madres: desde el corazón’
Este jueves 20 de marzo, el programa de entrevistas ‘Madres: desde el corazón’, emitido en la plataforma ‘Mitele Plus’, ha contado con una invitada muy especial: Ana García Obregón. La actriz y presentadora, a sus 70 años, ha concedido una emotiva entrevista a la periodista Cruz Sánchez de Lara (52), en la que ha abierto su corazón para hablar de los momentos más duros de su vida.
Durante la conversación, Obregón ha recordado con profundo dolor la trágica pérdida de su hijo, Aless Lequio, quien falleció a los 27 años a causa de un sarcoma de Ewing, un agresivo tipo de cáncer. Asimismo, ha compartido su experiencia en su nueva faceta como madre y abuela, tras el nacimiento de su nieta/hija, Ana Sandra Lequio Obregón.
“Tres años de vivir en el infierno”
Con la voz entrecortada por la emoción, Ana Obregón ha rememorado el arduo camino que recorrió junto a su hijo en su lucha contra el cáncer. “Si no hubiese tenido dinero”, confesó, “me hubiese hasta prostituido”, dejando claro que habría hecho cualquier cosa para costear los tratamientos médicos que Aless necesitaba.
La actriz describió aquellos años de lucha contra la enfermedad como “tres años de vivir en el infierno, en la oscuridad más profunda”, una etapa que marcó su vida para siempre. A pesar de todos los esfuerzos, la enfermedad acabó arrebatándole a su hijo, dejando en ella un vacío imposible de llenar.
“Siempre lo he dicho: valiente es una madre que tiene que enviar a su hijo al cielo”, expresó con una mezcla de dolor y resignación.
Un hogar detenido en el tiempo
Ana Obregón ha confesado que, a día de hoy, la presencia de su hijo sigue intacta en su hogar. “Si tú vas a mi casa, tú entras y está en el salón”, relató. Además, mantiene en el mismo lugar una chaqueta que Aless dejó en el sofá antes de su última hospitalización en Barcelona. “Ahí está, no la he tocado. Anita lo sabe: esto no se toca. Es la chaqueta de papá. Ahí está, donde la dejó”, contó conmovida.
Pero el recuerdo de Aless no solo permanece en aquel sofá. Su habitación sigue exactamente como la dejó. “Yo no he sido capaz todavía. No lo voy a hacer, porque Aless está presente. Aless tiene su habitación. Su cuarto está igual, el armario, todo”, explicó con tristeza. De hecho, su nieta Ana Sandra comparte el mismo espacio con su padre. “Su ropita está colgada en el cuarto de su padre”, añadió, evidenciando la conexión que mantiene con su hijo a través de su nieta.
Un vínculo que trasciende el tiempo
Uno de los momentos más emotivos de la entrevista llegó cuando Ana Obregón recordó el instante en el que vio por primera vez a la pequeña Ana Sandra. La actriz reveló que existe un vídeo de aquel primer encuentro, aunque nunca ha sido mostrado públicamente. “La cogí en brazos, se me quedó mirando y eran los ojos de Aless […] Era la cosa más bonita del mundo”, relató con ternura.
Además, la conexión entre la niña y su difunto padre se hace presente en los pequeños detalles del día a día. Uno de los objetos más especiales para la pequeña es un cojín con la foto de Aless, un regalo que la actriz recibió poco después del fallecimiento de su hijo. “Me dieron una almohada con la foto de Aless y me dijeron: ‘Para que abraces a tu hijo’”, recordó.
Desde entonces, Obregón ha dormido muchas noches abrazada a aquel cojín, pero con la llegada de Anita, la historia dio un giro inesperado. “Un día, Ana coge la almohada y le digo: ‘Mira, es papá’”, contó conmovida. Desde entonces, la pequeña no se separa de ella. “La he tenido que lavar porque la lleva arrastrando hasta por el jardín. No se separa de ella”, concluyó con una sonrisa nostálgica.
Un duelo que se convierte en amor
Ana Obregón sigue viviendo con el peso de la ausencia de su hijo, pero ha encontrado en Ana Sandra un motivo para seguir adelante. La niña, concebida a través de gestación subrogada con el material genético de Aless, representa la continuación del legado de su hijo y una nueva oportunidad de brindar amor.
A lo largo de la entrevista, la actriz dejó claro que, aunque el dolor nunca desaparecerá, cada día encuentra una razón para seguir adelante. El amor de una madre no conoce límites ni barreras, y en el caso de Ana Obregón, su lucha, su dolor y su resiliencia son el testimonio de un amor eterno que trasciende el tiempo y la muerte.