Trágico hallazgo.
Hay historias que rompen la rutina de una comunidad entera. Noticias que, más allá de los detalles, generan un escalofrío colectivo y obligan a mirar de frente a lo inesperado. Son esos episodios que dejan en suspenso a pueblos y ciudades, cuando el misterio se instala en las conversaciones cotidianas.
Eso ha ocurrido en la Safor durante casi dos meses. La desaparición de una joven vecina de Oliva mantuvo en vilo a familiares, amigos y autoridades, hasta que un hallazgo fortuito en la montaña ha dado un giro definitivo —y sobrecogedor— al caso.
Un hallazgo en mitad de la nada.
El pasado 1 de octubre, un grupo de senderistas se internó por un camino abrupto en la montaña de la Creu, un enclave natural cercano a Oliva. Allí, entre matorrales y restos calcinados, encontraron un cuerpo en avanzado estado de descomposición. Los indicios iniciales apuntaban a que se trataba de una mujer, por la morfología de los restos óseos.
La aparición de una mochila muy similar a la que llevaba Beatriz Guijarro la noche de su desaparición aumentó las sospechas. Las pruebas forenses, realizadas en las siguientes 48 horas en el Instituto de Medicina Legal de Valencia, confirmaron que los restos pertenecían a la joven madre de 28 años, desaparecida el 9 de agosto.
Un incendio previo que complica el escenario.
El lugar donde fue hallado el cuerpo había ardido semanas antes. Un fuego provocado el 4 de septiembre por una disputa vecinal arrasó la vegetación de toda la ladera. Aquel incendio, sin relación con la desaparición, terminó carbonizando también la zona donde yacían los restos. Los agentes consideran que el fuego afectó al cuerpo de forma fortuita, dificultando ahora la labor de los investigadores.
La Guardia Civil realizó una inspección exhaustiva y trasladó los restos durante la madrugada para su análisis. El hallazgo, en una zona tan escondida y escarpada, incrementó la complejidad de un caso que ya acumulaba incógnitas desde el verano.
Las últimas horas conocidas.
La noche del 8 al 9 de agosto, Beatriz estuvo con su pareja y, más tarde, fue grabada por cámaras de seguridad visitando a una familiar. Allí coincidió con un conocido con el que abandonó la vivienda hacia otro punto de Oliva. Según ha declarado él mismo, ambos estuvieron juntos hasta cerca de las siete de la mañana, momento en que se separaron.
A partir de ese instante, el rastro de Beatriz se pierde. Los investigadores contemplan que la joven decidiera atravesar el monte de regreso a su casa en lugar de tomar las calles del municipio. Tal vez para caminar a solas, tal vez por costumbre. Pero fue un trayecto que nunca llegó a completar.
Entre la caída y la sospecha.
La posición del cuerpo y la orografía del terreno alimentan la teoría de un accidente mortal. Una posible caída pudo dejarla sin posibilidad de pedir ayuda, lo que explicaría el silencio que rodeó su desaparición durante semanas. Sin embargo, los investigadores no descartan otras posibilidades y esperan los resultados finales de la autopsia.
Si los forenses hallan signos de violencia, el escenario podría cambiar drásticamente. El hombre que la acompañó esa noche tendría que volver a declarar para aclarar qué ocurrió realmente en las últimas horas en que fue vista con vida.